lunes, 18 de febrero de 2008

A nadie le importa

Me paso la mayor parte del cada día pensando en la entrada que siempre tengo intención de escribir cuando llegue por la tarde a mi casa. Generalmente motivada por alguna noticia de interés que he oído por la radio, película que haya visto recientemente, o promovida por alguna revelación existencial acerca de lo cotidiano y la realidad que nos rodea. Repaso mentalmente cada párrafo preparándome para que, cuando llegue a mi casa (o a casa de mi novia), ponerme a escribir como un loco, pero con las ideas claras y ya organizadas.

En mi cabeza he redactado blogs que nos harían pensar a más de uno y de dos, que motivarían la opinión de la gente, que emocionarían, que incluso merecerían y deberían ser leídos por periodistas y políticos, cultos e incultos, patricios y populacho.

Salgo del trabajo y voy pensando durante los trayectos en transporte público en las metáforas y comparaciones que pienso utilizar, la forma que le daré al texto, la calidad lingüística y profundamente pretenciosa y pedante que me gusta dar a todo aquello que escribo.

Por fin llego a mi casa, enciendo el ordenador, me dispongo a escribir y, como si no me hubiera dado cuenta desde que entré a mi cuarto, aparece por mi rabillo del ojo un objeto blanco, a la derecha del monitor. Mi bendita/maldita Xbox 360. Vuelvo a mirar la pantalla, titubeo, miro a la consola y termino cambiando los cables del monitor dispuesto a disfrutar de los placeres de un buen Dead Rising, Naruto: Uzumaki Chronicles, FIFA 08, Eternal Sonata, Guitar Hero III o mi recientemente adquirido Devil May Cry 4 Collector’s Edition.

Entonces mi creatividad se reduce a mi habilidad para realizar el mejor combo que pueda utilizar contra mis enemigos, o la forma más bestia de acabar con un zombi, o en la mejor jugada para marcar gol, o en los acordes imposibles de The Number of the Beast. Y me maldigo con ello, porque, coño, podría hacer eso mismo después de haber escrito las líneas que tenía en mente hacía cinco minutos.

Aún no sé por qué no tengo la fuerza de voluntad suficiente para añadir mi entrada en Ideario, cuando no es por falta de ideas. Mentira, sí lo sé. Es mi necesidad de la polémica, de las discusiones desenfrenadas que pude haber desencadenado en mi antiguo Space de MSN: La Esparda.

Y es que aquí, en Ideario Digital, y pese a escribir bien sobre temas candentes, a veces con mucha intención y con ánimo polemista, como suelen hacer Murray y El Suicida, no parece que le importe a nadie. No sé bien cuál es el motivo. ¿Es quizá debido a la forma (a mi juicio) demasiado literaria de Murray de escribir sus entradas? ¿Es quizá debido a mi inactividad a la hora de escribir algo medio decente en este espacio? ¿Será porque las entradas de El Suicida puedan parecer a algunos (a mí no) demasiado radicales? Coño, es que la mejor entrada que yo he puesto en Ideario en la que hablaba sobre esa mediocre intentona de cantautoría llamada Salo no ha desatado las iras de nadie, ni siquiera en ella misma, su productora, o su familia o amigos; y eso que en Google mi entrada aparece tercera tras su página oficial y un artículo en la versión digital de La Voz de Galicia.

Joder, y no es que yo quiera tocar las narices a nadie, porque no es esa mi intención, sino simplemente ver que la gente tiene opinión.

Quizá el problema reside en el formato, el blog, porque si veo discusiones acaloradas y a veces muy bien desarrolladas en foros de otras páginas. Tal vez se deba a que los foros suelen estar más encaminados a temas específicos y, en consecuencia, la gente que los visita suele tener un interés más exclusivo en esos temas, de forma que tienen opiniones bien formadas al respecto, y por lo cual se sienten más capacitadas de intervenir en una discusión e incluso sentirse indignadas y radicalizar si son muy aficionadas a esos temas.

Lo que me preocupa de eso es que, precisamente, en Ideario se tratan temas que deberían importarnos a todos, de los que todos deberíamos ser partícipes, y de los que todos deberíamos poseer al menos una opinión regularmente formada sobre los mismos.

La conclusión a la que llego, por tanto, es que a la gente le suda completamente su órgano reproductor inherente a su sexualidad (por aquello de ser políticamente correctos) que éste o aquél político o persona de importancia mediática y/o influyente haya dicho ésto o aquello, o que cierta asociación exija cosas ilógicas, a veces incluso estúpidas y se estén teniendo en cuenta por los gobiernos, o que la sociedad vayamos por un camino lleno de mierda y no hagamos nada ninguno (yo incluído), o que la educación en tu país da pena, o que los chavales de hoy, nuestro futuro, tengan el perfil Psicológico de un avestruz, y ningún tipo de profundidad interior.

En fin, quizá sea por eso que no escribo, porque a nadie le importa.

Salu2,
Fou Luz.