sábado, 6 de septiembre de 2008

Al emperador de la nada.

A veces resulta gratificante y chocante que algun fantasma del pasado vuelva a ti. Gratificante porque después de todos los agravios acumulados tengo oportunidad de escribir esta carta llena de mala baba y crueles intenciones. Este fantasma desgraciadamente no tiene esa mirada ensoñadora ni esa cara que alguna vez te pareció adorable y aun a día de hoy te lo sigue pareciendo. No es en ningun caso ese fantasma del pasado al que esperarás de vuelta durante toda la vida pues hubo un momento cuando era corporeo en que te sentias el hombre más dichoso de la tierra en sus brazos. No, este fantasma tiene unos rasgos masculinos maduros con esa mirada tan falsa como brillante de ambición que informa de que es alguien de quien no te deberías fiar. Pero antetodo es eso, tan solo un fantasma que ha vivido y vivirá siempre como un parásito adueñandose del espiritu y del tiempo de los debiles. Si, él es debil, pero ha escondido esa debilidad en una sonrisa llena de mentiras y un palabrerio tan dificilmente igualable como vacio en contenido. Puedo prometer y prometo mierda, a eso se ha redujo alguna vez su discurso, aunque la última palabra siempre la escondía para que sus cabritillos no se asustasen.

Este emperador del imperio de la nada dirige a sus hordas cada vez más disminuidas en la consecución de un unico fin, el del beneficio propio. Como buen emperador que es él, lleva los laureles que por trabajo y justicia divina a otros les pertenece; pero él a base de engaños, manipulación y de la promesa de la nueva venida, toma posesión del esfuerzo de otros para engancharse como una lapa a gentes que aun por encima de él dirigen los designios de mi ciudad. Asi su cuenta corriente aumenta mientras su crédito mengua poco a poco sin que este visionario se de cuenta.

Poco a poco aquellos que alguna vez fuimos sus soldados hemos ido abandonando el barco y el ejercito que con el anterior emperador era tan nutrido como mal organizado. Ahora se encuentra con pocos veteranos de aquellas cruzadas y con menos garantias para seguir con sus conquistas. Y es que un ejercito cuyo comandante en jefe es incapaz de regenerar, es un ejercito debil con todas las papeletas para perder en la que a buen seguro será su última batalla, una última batalla en la que no se cuenta con esos veteranos que ahora tienen cosas infinitamente más interesantes que hacer que ver como el barco se hunde mientras los cañones estan encasquillados. El barco hace agua amigos, se hunde y el emperador llama de nuevo a los que alguna vez conformaron su ejercito para que le echen una mano en un último esfuerzo por salvar la nave. Pero no, aquellos que alguna vez lucharon bajo su mando ahora solo quieren que se hunda, que se le coman los tiburones y quizá asi, solo asi, esa lapa se despegue y caiga pues la sangre que este ser chupa en parte también nos pertenece.

Después de todo lo pasado... ¿Cómo tiene este emperador sin imperio la caradura de pedirte ayuda después de los desagravios sufridos? Más cuando cuando uno desea que el Emperador caiga en las fauces de una locura cada vez mayor y en la garra de los leones que le esperan para recordarle lo que alguna vez dejo escapar. ¿Qué ser tiene la desfachatez de pedirte ayuda después de ver incontables veces esa falsa sonrisa mientras te amargaba la vida? ¿Quien es él para pedir que le ayudemos cuando él y solo él se beneficia de unas riquezas que no le pertenecen? No es nadie y ahora que se apróxima su caida le diré a él, aficionado a libros de autoayuda y de la literatura de Paulo Coelho una sola palabra: Maktub.