jueves, 8 de noviembre de 2007

Diarrea

Supongo que será debido a que escucho a Carlos Herrera por las mañanas que, de repente, se me ha venido a la cabeza hablar de un tema escatológico donde los haya y que tanto le gustaría al conocido periodista.

Es un tema profundamente conocido por todos, pero nunca hablado por ninguno: La diarrea. Ese torrente imparable que te hace aumentar tu velocidad de movimiento en 2x (pronunciado “dos equis”, por favor, no “dos por” como hacéis todos vosotros ignorantes) para poder llega a tiempo al excusado y poder descargar el cúmulo de desperfectos producidos en los intestinos.

Me surgió el tema, además, a raíz de una mañana de flojera estomaco-intestinal, en la que casi decoro mi pantalón con un óvalo modernista con olor particular. Mientras estaba sentado en la taza del señor Roca TM (Porcelanosa TM, en casa de Julio Iglesias), ya que llegué a tiempo, me surgieron algunas dudas y conclusiones acerca de este fenómeno gastro- intestinal tan molesto y desagradable para la mayoría, y tan aplaudido en los círculos más viciosos de videomanía donde se incluyen dentro de los conocidos como “bizarros”.

La primera duda que me alcanzó fue la de ¿por qué, si lo que sale es líquido, duele como si estuviéramos expulsando cristales, aparte de escocer tanto? ¿No se supone que es “caca” en estado líquido? ¿O no serán más bien jugos gástricos y biliales caducos?

La segunda duda que me aconteció fue ¿por qué si acabamos de ir, y no hemos tenido tiempo de ingerir nada en el lapso intermedio, volvemos a necesitar ir a los 4’33 minutos? Los expertos dicen que nos desprendemos de mucho agua en el proceso diarreico; de ahí que tu madre siempre diga “¡¿Otra vez vas?! ¡Ten cuidado a ver si te vas a deshidratar!”. Coño, mamá, somos en un 70 % agua, aún creo que dispongo de un remanente de 60%… En el caso de Murray no sería problema sin lugar a dudas, porque Murray bebe líquido elemento cada 2,46 minutos y tiene reservas de emergencia.

La diarrea es un hecho cotidiano que a nadie le gusta reconocer públicamente que lo está padeciendo, ya que sucede en momentos puntuales; sin saber que hacerlo quizá supusiera de antecedente que justificara ciertos comportamientos posteriores. Porque cuando alguien visita el baño con una frecuencia inusual, una de dos, o es diarrea o es próstata. En ése sentido, las mujeres no pueden esconderlo (je, je, je, no podía faltar mi comentario misógino).

Consecuencias de estar sufriendo diarrea son, por ejemplo, las privaciones de expulsión de gases intestinales (aumento del consumo de AeroRed TM), puesto que la fístula, el esfínter anal, se encuentran en un estado de semirrelajación que no regula bien el flujo de sustancias (gaseosas, sólidas o, en este caso, líquidas principalmente), lo cual puede convertir un, a veces divertido, “pedete” en una verdadera catástrofe de proporciones épicas. Veamos un ejemplo:

Juan se levanta una mañana para ir a trabajar, como hace todos los días. Se rasca la cabeza y echa su aliento entre sus manos para convencerse de que, en efecto y nuevamente, hoy también deberá lavarse los dientes porque desde hace dos días que no dispone de chicles de menta, por pura dejadez. Se rasca animosamente esa parte de la espalda donde deja de llamarse “espalda”. La noche había sido dura debido a un desarreglo intestinal, lo cual hizo que las visitas nocturnas al cuarto de baño le mantuvieran más de la mitad de la noche en vela. Seguramente combinar nécoras con chocolate Kinder TM, no fue tan buena idea como pareció en un principio.

Como cada mañana, el gas natural proveniente de su interior pidió paso para salir al exterior. El semáforo se puso en verde, cuando debió haberse puesto ámbar, porque, justo detrás de la realidad sonora, llegó la cruda realidad líquida; a tal velocidad que, desgraciadamente para Juan, la presión de los dos glúteos no pudo impedir su escape al mundo real.

La reacción en esos momentos debe ser rápida. Juan, acostumbrado a estos azares de la vida debido a sus originales inventos gastronómicos crepusculares, sabía cuál es el procedimiento estándar en estos casos: Lo primero es bajarse el pantalón lo más rápido posible, antes de que la “realidad” traspase el calzoncillo. Lo siguiente es tan sólo cuestión de lógica: ir como un pingüino al WC, sacarse el pantalón, bajarse el calzón y terminar de expulsar (por si acaso) la “realidad” restante en el excusado. Después de limpiarse bien (no debemos olvidar que el líquido tiende a la expansión y es conveniente revisar toda la superficie “cular”), lo siguiente es retirar la tela contaminada e introducirla en agua caliente con un chorreoncito de lejía, de las más fuertes a ser posible. Acto seguido, lavarse el trasero en el vidé y/o ducharse para, por fin, continuar tu rutina diaria; esa que tanto odias diariamente, pero que hubieras deseado no alterar.

Este ejemplo explicativo ha sucedido, no obstante, en la intimidad del hogar pero, ¿y su sucediera en el trabajo una situación parecida?

Juan va de mal humor al trabajo debido al desagradable incidente matutino.

Una vez en su puesto de trabajo, el tiempo transcurre lento pero constante y el incidente se va olvidando, siendo recordado fugazmente por las visitas al WC obligadas debido a la diarrea.

Pasadas las 11:15 a.m., después del primer café social, y de vuelto al puesto de trabajo, los airecillos inspirados debido a la cháchara inherente que acompaña al café, piden de nuevo paso para volver a su lugar de procedencia, aunque ligeramente empañados.

Juan, con el estómago calentito en estas mañanas de frío otoño, olvida fatídicamente que ese mismo gesto durante esa misma mañana casi le cuesta su pijama de seda favorito, y decide soltar la ventosidad.

Menos mal que el cuerpo humano, que es muy sabio, justo un segundo después de la relajación rectal, reacciona a tiempo y nos envía una señal de alarma para que detengamos la expulsión de gases pestilentes, ya en medio proceso de salida recrudecido por la presencia del elemento semilíquido.

Juan se queda blanco. Ha logrado retener entre los carrillos del culete algo que en cualquier momento podría desbordarse. Sabe que un sólo aliento de descanso podría anular el esfuerzo por contener la realidad y los cachetes podrían separarse lo suficiente como para permitir que la “verdad” salga a la luz.

De momento Juan puede respirar aliviado, porque ha conseguido retener el primer impacto. Y digo respirar de modo figurado puesto que para mantener la concentración a estos niveles es necesario contener el aliento.

Sin embargo, el verdadero problema reside en caminar los 3 metros que separan su puesto de trabajo del aseo de caballeros, ya que no está seguro de poder recorrerlos sin aflojar la presión.

El esfuerzo mental es sobrehumano. La concentración es máxima.

Casi sin separar las piernas, y como si le hubieran introducido un estandarte por el recto, Juan camina erguido y sudoroso hacia el aseo. Ahora agradece haberse apuntado de pequeño a “Marcha”, ese deporte que hasta hoy no había sabido apreciar.

Para su regocijo, el baño no está ocupado. Juan ha conseguido salvar la situación.

Dicho esto, y viendo lo visto, puedo afirmar que, en definitiva y curiosamente, la diarrea es una mierda. Y nunca mejor dicho.

Ha sido muy divertido usar eufemismos. Es la magia del castellano.

Salu2, Fou Luz.

El dichoso monolito

Y mira que me propuse no escribir en Ideario Digital sobre Arganda, pero queridos lectores, es que me supera. Yo me pregunto que por qué narices me importan este tipo de cosas, por qué si nadie repara en ellas yo sí lo hago, por qué no puedo mantenerme indiferente. Más aún porque la sociedad argandeña ni siquiera se detiene a pensar ni un sólo segundo, qué pinta esto aquí o allí. Eso sí, como se cambie de sitio, o se amenace con quitarlo, de repente surge una sociedad que parecía dormida para defenderlo con la vida, si es necesario.

La "cosa" en sí no es ni más ni menos que el monolito homenaje a Primo de Rivera, no al original, al "ilustre" (por si no queda claro, es ironía), sino al descendiente, que para evitar que Murray me corrija y dejar clara constancia aquí de mi ignorancia no estoy seguro de si su nombre era Jose Antonio, que luce la Iglesia de Arganda, ese lugar de culto y veneración visitado todos los domingos.

Retazos de un pasado franquista sólo latente en algunos, los más viejos, y que sólo pervive en pocas cabezas jóvenes. Un homenaje a los caídos por el bando antirrepublicano.

Francamente, me es indiferente a cuáles muertos está dedicado, el bando republicano también hizo sus atrocidades, como suele suceder en todas las guerras. Lo que me indigna es que se asocie un bando u otro a una cuestión religiosa o que queden vestigios de esa guerra honrando a unos y no a otros.

No es un monumento que venere a las víctimas de la guerra, porque claro, los malos eran los republicanos, cuando irónicamente Arganda siempre fue albergue de la izquierda, hasta que fue "conquistada" durante la guerra.

Da igual quienes fueron malos o buenos. Lo que importa es que murió mucha gente, algunos mezclados en la guerra en un bando y otro sin clara conciencia de las ideologías de cada uno. Deben honrarse a todos los muertos, no hacer distinciones, y menos la Iglesia, porque ante la muerte todos somos iguales.

Según tengo entendido el párraco, cura, obispo o lo que sea que regente la morada de Dios en la villa de Arganda (recordemos que Dios es el mayor terrateniente del mundo, y no paga impuestos), ya manifestó su idea de quitar dicho monolito o, por lo menos, separarlo de la Iglesia, para que no fuera asociado a ella. Y, como es costumbre en Arganda, fue "silenciado". Porque allí las cosas como son, y la tradición fue, sigue siendo y seguirá siendo inamovible.

Yo creo que la gente cree que aquello lo puso Dios allí, como los monolitos de Stonehenge o las caras de la isla de Pascua.

Murray y yo detenemos nuestra conversación cada vez que lo vemos cuando paseamos divagando sobre nuestras cosas durante varias y largas tardes y noches de debate. Cuando menos, exhalamos un suspiro de indignación ante la cosita esa tan grande y tan estúpidamente colocada y venerada. Cuando más, nos desahogamos en una antología de elaborados improperios contra la misma.

Pero, de nuevo, vuelvo a lo mismo. ¿Por qué narices me importará?

Salu2, Fou Luz.