Poco a poco, paso a paso me encaminaba decidido al anden de la estación. Faltaban seis minutos para el pró
ximo tren. Impaciente, clavado en el mismo lugar pensaba en mis cosas, haciendo mis planes para cuando llegase a mi destino. De repente, entre las vallas de la estación ves que el tren viene bastante rápido. Cómo siempre, abres la puerta de forma automática, sin pensar en lo que haces y sin darte cuenta que entras en el tren. Miras los asientos disponibles y huyes de cualquier mirada que se pueda cruzar con la tuya. Hay huecos libres ocupados por la presencia de otras personas. Pero no te gusta compartir tu espacio a menos que sea neceario, y buscas un lugar propio, lejos de cualquier mirada hasta la siguiente estación.
Me pongo a leer, comienzo un libro en el que se basa una película de la temporada pasada. Voy, leyendo diez veces cada frase mientras en tu mente fluyen otros pensamientos, pensamientos banales, sin sentido, pero tuyos...
En 20 minutos llego al primer destino. Decido coger el Cercanías. No por utilidad ni porque sea el medio más rapido a mi lugar de destino. Simplemente que la tarde era mia, quería disfrutar de otras cosas, de mis cosas. Tren con destino Segovia en un minuto. Efectuará parada en todas las estaciones, me vale. Rugen los railes hasta que el tren para, y subo con decisión. Busco asiento hasta que encuentro uno libre frente a una chica bonita con pantalones rotos. Me siento, intento retomar la lectu
ra mientras mirando el paisaje que fluye ante mí busco sus ojos. Cambio la mirada, miro al interior del tren, miro a la ventana, busco escusas para mirarla. Mientras tanto saboreo esa tarde agonizante. 18:15, el sol se esconde poco a poco mientras te acercas a Atocha viendo el paisaje. El tren llega al destino. Se levanta, me levanto. Bajo del tren. Hasta la vista.
Despacio me dirijo a Puerta de Atocha, buscando encontrarme con esos últimos modelos ferroviarios que van por nuestras lineas de Alta Velocidad. Mientras tanto sueñas con esos viajes nocturnos cargados de romanticismo, rumbo a cualquier acogedor pueblo castellano, lejos del ruido, lejos de la gran ciudad, cerca del campo. Pero no es posible, hoy estoy en la ciudad. Doy un paseo por la zona, y salgo al jardín de la estación, paseando, buscando una salida. Estoy en Madrid. Subo hacía la glorieta de Carlos V, bus
Me pongo a leer, comienzo un libro en el que se basa una película de la temporada pasada. Voy, leyendo diez veces cada frase mientras en tu mente fluyen otros pensamientos, pensamientos banales, sin sentido, pero tuyos...
En 20 minutos llego al primer destino. Decido coger el Cercanías. No por utilidad ni porque sea el medio más rapido a mi lugar de destino. Simplemente que la tarde era mia, quería disfrutar de otras cosas, de mis cosas. Tren con destino Segovia en un minuto. Efectuará parada en todas las estaciones, me vale. Rugen los railes hasta que el tren para, y subo con decisión. Busco asiento hasta que encuentro uno libre frente a una chica bonita con pantalones rotos. Me siento, intento retomar la lectu


Tráfico y más tráfico se agolpa en los aledaños de la estación mientras intentas cruzar la calle. Poco a poco, paso a paso me dirijo al Paseo del Prado. Atrás Atocha, a la derecha el Retiro, a la izquierda escaparates. Intento ir veloz, intentando cumplir con todo lo que tenía previsto. La tarde no es infinita mientras el día agoniza frente a la noche. Miras atrás y ves multitud de luces rojas, mientras piensas en la tranquilidad de otros lugares. De repente el Barrio de las Letras se abre a tu izquierda, y sin pensarlo me meto hacía la calle huertas. Comienzas a subir mientras lees las citas de Larra, Becquer o Lope de Vega escritas en el suelo. Miras a la

Cadenas de tiendas a uno y otro lado de la calle carretas. Precios, ofertas, vendedores engominados y guardías de seguridad. De pronto te encuentras en la Puerta del Sol, en las obras de la Puerta del Sol y bajo una boveda que finalmente se ha tornado en negra. Cruzas por dónde antaño cruzaron otras tantas personas, dónde el pueblo de
